Gregorio A. Gómez Domingo nació en Griegos (Teruel) el 2 de noviembre de 1929. Su padre fue oficial mayor del Ayuntamiento de Teruel, don Gerardo, muy conocido por sus innumerables publicaciones de tipo costumbrista en prensa bajo el pseudónimo de El duende del Castillejo. Fue funcionario del Ayuntamiento turolense encargado de la dirección del Archivo Municipal. Estudió humanidades en Albarracín, y en Barcelona Filosofía, Historia y Literatura. Becado por el gobierno español, marchó a Guatemala para dirigir la emisora local Radio Quiché, realizando una inefable labor de difusión cultural durante 23 años. Además en Managua regentó la cátedra de Literatura Hispano-Guatemalteca, así como la escuela de Magisterio.
En Radio Teruel se hizo popular durante años por sus guiones costumbristas, baturros, y por sus escritos en el Diario de Teruel, donde plasmó hechos, sucesos, costumbres, leyendas y muchas cosas más de la capital y provincia turolense. Fue corresponsal del Diario en Hispanoamérica.
Entre sus numerosas publicaciones destacan Coplas de los Amantes, Guía, historia y leyendas de Teruel, Cita de Amor, y últimamente Romance del amor hallado, y Poesía de los Amantes de Teruel (2000), en el contexto de Las Bodas de Isabel.
Es autor de diversos guiones teatrales de temática medieval que se vienen representando en la provincia y fuera de ella, como Llegada de Jaime I a Jérica, Bernardo de Castellote, un gran caballero templario, y sainetes baturros entre los que destacan Parada y fonda y El engañador engañado.
Ha recibido numerosos premios como en el Certamen Poético de San José Obrero en 1960 o el de Mejor Poema en el Certamen de las Ferias y Fiestas de San Fernando.
Los Romances de Gregorio A. Gómez se ha extendido a través de fotocopias, destacando su Romance de Ciego, que cada año cierra la celebración de Las Bodas de Isabel de Segura en el prestigioso marco de la plaza de los amantes de Teruel.
Romance de ciego de los amantes
Jóvenes enamorados
y doncellas casaderas,
los que gozáis del amor
o que sufrís por su pena,
los que gozáis del amor
o que sufrís por su pena,
...
oíd la historia amorosa
oíd la historia amorosa
más sublime y verdadera
que ocurrió en tiempo pasados
y que todos la recuerdan.
Fue en la villa de Teruel,
que ocurrió en tiempo pasados
y que todos la recuerdan.
Fue en la villa de Teruel,
de la patria aragonesa,
a poco de conquistarla
a las gentes agarenas;
siendo el mil doscientos doce
de nuestra cristiana era.
Lucía Teruel hermosa
con su corona de almenas,
sus nobiliarios palacios
y esplendor de nueve iglesias.
Dos jóvenes allí había,
vástagos de la nobleza,
él se llamaba Juan Diego,
Isabel llamaban a ella;
de los Marcilla el galán
de los Segura la bella;
los dos con pasión se amaban
como singular pareja.
Cuando don Pedro Segura
supo de aquellas querencias,
mandó a los enamorados
acudir a su presencia,
y así le dijo a Juan Diego:
“Mira Juan y considera
que tu eres de noble cuna,
galán de figura apuesta,
pero por ser segundón
no recibirás herencia,
mientras mi hija Isabel
muy buena dote se lleva
y cuando llegue mi hora
el día que yo me muera
recibirá mi fortuna
y disfrutará mi hacienda.”
Triste quedó Juan Diego
escuchando tal sentencia,
que le aparta de su amor
por culpa de la riqueza.
Piensa y piensa el caballero
y toda la noche piensa
como salir del peligro
que a su gran amor acecha.
A la mañana siguiente,
Juan Diego a Isabel espera:
“Escucha, mi bien amada,
si tu padre me reprueba
y por no tener fortuna,
contigo no me empareja,
cinco años dame de tiempo
para marchar a la guerra,
que yo volveré tan rico
como tu padre desea.”
Don Pedro, rey de Aragón
a sus esforzados plega,
que en las Navas de Tolosa
los atabales resuenan
y Juan Diego de
sus bravos capitanea.
Los días pasan eternos
y las semanas eternas,
Isabel está esperando
pero noticias no llegan.
Pedro le pide boda
pero Isabel se la niega
alegandole que un lustro
de virginidad hiciera
y debe cumplir con Dios
manteniéndose doncella.
Por Teruel anda otro
que alcurnia de Azagra ostenta,
se ha prendado de Isabel
y rendido la corteja.
El padre al ver la ocasión
que tan feliz se presenta
a Isabel obliga al fin
a que a su deseo acceda.
Se han preparado las bodas
como en Teruel no se vieran,
grandes músicos contratan
para animar tanta fiesta,
albricias, bailes convites,
al pueblo sencillo alegran,
¡qué apuestos los caballeros
y las damas qué belleza!
En todos hay alegría
sólo en Isabel tristeza.
Caballero en su corcel,
corta el manto de la vega
Juan Diego el enamorado
que hacia su ciudad se acerca.
No corras no, caballero,
tu veloz caballo frena
que no sabes en Teruel
las noticias que te esperan;
mira que sonaron bodas
y tarde a tu dicha llegas.
Al llegar Diego a su casa
cuando de todo se entera,
marcha en busca de Isabel
para que ella le refiera
el porque lo convenido
incumplió de tal manera.
Dolida estaba Isabel
y dolida va y le cuenta:
“Sin noticias de su parte,
cumplido el plazo de espera
y obligada por mi padre,
hice lo que no quisiera.”
“Un beso dame, Isabel
que muero si no me besas:”
“No puedo dartelo, Juan,
aunque gustosa lo diera
pues fidelidad de esposa
a otro hombre me encadena.”
Por no besarlo Isabel,
cayó muerto en su presencia.
En la torre de San Pedro,
campanas de muerte suenan,
que el funeral por Juan Diego
en su templo se celebra.
Al centro se halla el cadáver
que la familia rodea;
pero ¿quién será esa dama
de la mantilla cubierta,
que dando un beso al cadáver
sobre él a quedado yerta?
Era Isabel de Segura
figura de la tristeza
que a su amor transida busca
y en las tiniebas encuentra.
Allí refirió el esposo
todo cuanto aconteciera
y los enterraron juntos
pues la muerte sí quisiera.
Enamorados del mundo,
amantes sobre la tierra,
en Teruel alzó el amor
un templo en que se veneran
los hechos de dos amantes
que cual ejemplo presenta.
Venid aquí a renovar
esos lazos que os estrechan,
que el amor se siente vivo
más allá de la existencia.
-- Romance del ciego --
Gregorio A. Gómez