Historia de una flor
Autora: Claudia Casanova
Nº de Páginas: 240 páginas
Editorial: S.A. Ediciones B
Año de Publicación: 2019
Género: Novela Histórica, Romántica
Claudia Casanova (Barcelona, 1974) es licenciada en Económicas y en Traducción. Desde que descubrió La historia interminable en la biblioteca de sus padres supo que quería ser escritora, porque no había nada mejor que crear mundos con tinta y papel. Viajó a Malasia con Emilio Salgari, recorrió las veinte mil leguas submarinas en el Nautilus de Julio Verne y hasta se atrevió a acompañar a Frodo y Sam hasta Mordor; también soñó que vivía en un apacible pueblecito inglés y que se apellidaba Dashwood. Empezó a escribir cuentos a los 12 años, y aunque trató de sentar la cabeza en la universidad, entre números y economía, fue allí donde comprendió que solamente podía ser feliz entre palabras. Terminó dos novelas antes de licenciarse en Económicas, y empezó a trabajar en el sector editorial primero como lectora de manuscritos y traductora, y después como editora en diversos sellos editoriales.
Ha publicado varias novelas históricas: la primera, La dama y el león (2006), que transcurre en la Francia medieval y que ha sido traducida a varios idiomas. En 2009 publicó La tierra de Dios, centrada en la España de las tres culturas. Es miembro de la American Historical Association y colabora con medios digitales y revistas de divulgación histórica, tanto en España como en el extranjero. Su tercera novela es La perla negra, ambientada en el siglo XII en la ciudad de Narbona, en el sur de Francia. Acaba de publicar Historia de una flor.
Sinopsis
Claudia Casanova despliega en su nueva novela la hermosa sencillez de una historia narrada con exquisita sensibilidad. Elegante y sutil, emocionará a los lectores con la fuerza y delicadeza de obras como Seda o La joven de la perla.
La auténtica belleza reside siempre en los detalles. En el brillo de una gota de rocío, en la mirada curiosa de una joven, o en los pétalos de una flor sin nombre. Alba, curiosa e inteligente, pasa las horas recorriendo el valle con su colección de flores, que cataloga con minuciosidad. Su hermana la acompaña siempre, en busca, a su vez, de los ejemplares de insectos más bellos y sorprendentes. Hasta el pequeño pueblo en el que su acomodada familia pasa los veranos llega un día Heinrich Wilkomm, un renombrado botánico centroeuropeo. La pasión por la ciencia que comparte con Alba pronto evolucionará hacia algo más prohibido, secreto e inolvidable que, como la flor que ambos nombran por primera vez, tendrá raíces tan profundas que será capaz de crecer entre las piedras.
Opinión Personal
Preparándose para su boda con Ángel Ruíz, juez destinado en Mérida, Alba Ruiz de Peñafiel recuerda su historia de amor imposible con el Botánico alemán Heinrich Wilkomm. Recordará su llegada a La Solariega, la casona familiar en Monreal del Campo (Teruel), con Mercedes, su madre y Luisa, su hermana menor. Allí, en contacto con la naturaleza en la sierra de Albarracín, las dos hermanas se dedicarán cada una a su pasión: Alba, recogerá flores y plantas, y su hermana hará lo propio con las mariposas. El padre Bernardo, párroco de la zona, dará clase a las dos hermanas, es botánico y será quien les presentará a Heinrich Moritz Willkomm.
Claudia Casanova nos cuenta en Historia de una flor los momentos trascendentales de la vida de la primera mujer botánica de España. Basada en un personaje real, Blanca Catalán de Ocón, se trata de una ficción, en la que se mezclan personajes reales con otros que no lo son; recrea un romance que no existió con el botánico alemán Heinrich Moritz Willkomm (personaje real) y también cambia un par de nombres de lugares como el del pueblo Santa Ana del Campo (que no existe) y coloca a Monreal del campo en la Sierra de Abarracín (que se encuentra entre Zaragoza y Teruel. Llevo 30 años viviendo en Teruel, cerca de la capital y de la sierra de Albarracín, y algo más lejos me queda Monreal, reconozco que me ha descolocado en algunos momentos las localizaciones. También es real el personaje del padre Bernardo, el canónico y botánico de Albarracín, Bernardo Zapater, puso en contacto a los dos protagonistas de la historia. Es interesante ver como en la segunda mitad del siglo XIX, ser mujer en una familia de buena posición, era aprender a llevar la casa, las labores propias de la casa, y poco más, eso es lo que se espera que aprendan. Estudiar, ir a la universidad era impensable para una mujer. Es de agradecer a Claudia Casanova que nos haya descubierto a la primera botánica española, desconocida para la mayoría, yo no había oído hablar de ella y eso que nació en Calatayud (Zaragoza) y vivió en Monreal del campo (Teruel), y vivo cerca. Seguramente si hubiera sido hombre sería más conocida su trayectoria y su descubrimiento, la Saxifraga blanca.
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Foto Franz Xaver |
Frases
—Bien. Mi intención, y espero que la comparta usted y también los demás prohombres de Monreal, es fundar una escuela. Para enseñar a los hijos de los campesinos a leer y escribir, a contar y restar, y algo de ciencias y saberes naturales. Los rudimentos, en fin.
—Alba colecciona flores, las guarda con sumo cuidado y las dibuja en su cuaderno —dice Mercedes, orgullosa—. Luisa también tiene mucha curiosidad por la naturaleza: por las mariposas, sobre todo, y también las dibuja. Y por supuesto, tocan el piano y han aprendido las lenguas modernas.
—Y escribo poesía —apostilla Luisa.
—¡Flores, mariposas y poesía! —exclama Eduardo, entre la ironía y el afecto—. Menudo par. Ya ve usted, padre. Sin duda, todo lo necesario para llevar un hogar.
—Volviendo a la escuela, sería algo modesto, entiéndame, don Eduardo, porque ya sé que en esta región los campesinos no pueden prescindir de sus hijos, que los necesitan para las tareas del campo. Pensaba en dar clases un par de horas a la semana. Lo suficiente para que se hagan hombres de provecho, y si alguno demuestra aptitud, quizá se puedan labrar otro porvenir.
—Eso cambiará, ya verás. Cuando seamos mayores y podamos viajar solas, estudiaremos, como hizo nuestra madre —dice Alba con decisión.
—Así es, la Península cuenta con numerosos ejemplares de Saxifragas — reflexiona Heinrich—, pero jamás he visto una como esta. Es muy similar a la oppositifolia, pero no tiene el tono púrpura de esta, ni tampoco la forma de ramillete típica de sus arbustos. Señorita, creo que tiene el honor de haber sido la descubridora de una nueva clase de Saxifraga.
—Su facilidad para la botánica es una señal. Cuando alguien tiene un don, es su deber ejercerlo. Hacer otra cosa sería echarlo a perder.
—Mira, Heinrich. ¡Es la flor, la Saxifraga!
Señala una planta de tallo humilde, una flor en forma de pequeña campana, abierta y blanca, que brota en un pequeño arbusto, no más alto de un codo.
Heinrich se acuclilla y la observa atentamente.
—Se parece a ti: es sencilla y fuerte a la vez, y su belleza se apodera de uno en silencio, casi sin darte cuenta. Hay que nombrarla. Y solo puede llamarse de una manera: Saxifraga alba.
Por primera vez en su vida, Alba tiene miedo. Ha tomado conciencia de que tiene algo real que perder: sus sueños.
—Mi respuesta soy yo. El día en que te escriba, nos convertiremos en Abelardo y Eloísa, y el papel será el lugar de los sentimientos y de los sentidos. Por ahora...
Historia de una flor es una novela romántica que se lee rápido y bien, y es un homenaje a la figura de la primera mujer botánica Española, Blanca Catalán de Ocón y Gayolá.
Lourdes