La impaciencia del corazón
Autor: Stefan Zweig
Nº de Páginas: 472 págs.
Editorial: Acantilado
Año de Publicación: 1939
Género: Novela Histórica y Romántica
Stefan Zweig (Viena, 28 de noviembre de 1881- Petrópolis, Brasil, 22 de febrero de 1942) fue un escritor, biógrafo y activista social austríaco judío de la primera mitad del siglo XX. Escribió novela, teatro, ensayo, biografía, relatos y trabajó de corresponsal para la prensa libre vienesa. Su vida es seguramente tan interesante como su obra. Se relacionó con todos los intelectuales de su tiempo y mantuvo una actitud independiente ante los acontecimientos políticos de las décadas de los 30 y los 40. Antinacionalista y antibelicista, sus libros fueron prohibidos en Alemania por el régimen nacionalsocialista en 1936. Tras el inicio de la guerra se trasladó a París, después viajó a Inglaterra y obtuvo la ciudadanía. Más tarde viaja por distintos países dando conferencias y en 1941 se mudó a Brasil. Desesperado ante el futuro de Europa y su cultura (creía que el nacionalsocialismo se extendería por todo el planeta) el 22 de febrero de 1942 se suicidó junto a su esposa. Aunque fue muy popular en su época quedó en el olvido hasta ahora que vuelve a gozar de popularidad. Escribió entre otras obras El mundo de ayer, Novela de ajedrez, Momentos estelares de la humanidad, Veinticuatro horas en la vida de una mujer (reseña Aquí), Carta de una desconocida (reseña Aquí), La lucha contra el demonio, La confusión de los sentimientos, María Estuardo, Maria Antonieta, Erasmo de Rotterdam y Momentos estelares de la humanidad.
En los albores de la Gran Guerra, el teniente Anton Hofmiller recibe una invitación para acudir al castillo del magnate húngaro Lajos von Kekesfalva, cuya hija, que sufre parálisis crónica, se enamora del joven oficial. Hofmiller que sólo siente compasión por la joven Edith, decidirá ocultar sus verdaderos sentimientos y le hará tener esperanzas en una pronta recuperación. Llega incluso a prometerse con ella, pero no reconoce su noviazgo en público. Como un criminal en la oscuridad, Hofmiller se refugiará en la guerra, de donde regresará como un auténtico héroe. La impaciencia del corazón (también conocida como La piedad peligrosa), es sin duda uno de los mejores libros de Zweig, un sobrecogedor retrato de la insondable naturaleza humana que atrapará al lector desde la primera página.
Opinión Personal
La impaciencia del corazón es la tercera novela de Stefan Zweig que leo (hemos leído en el club de lectura además Carta de una desconocida y Veinticuatro horas en la vida de una mujer). En ella el autor utiliza el recurso de la confidencia como hizo en Veinticuatro horas en la vida de una mujer. En esta ocasión conoceremos la versión de lo ocurrido contado en primera persona por el propio protagonista, el joven teniente Anton Hofmiller al propio escritor Stefan Zweig. Se conocen en 1938 por casualidad, coinciden un par de veces y el teniente siente la necesidad de explicarle los motivos por los que no se considera un héroe de guerra a pesar de las medallas ganadas, y así es como le cuenta lo ocurrido antes de la gran guerra.
Meses antes del comienzo de la I Guerra Mundial, el escuadrón del teniente Anton Hofmiller, de 25 años, es trasladado a una pequeña guarnición de la frontera húngara, cercana a Viena. Una vez allí, cuando es invitado a cenar a casa de von Kekessfalva, el hombre más rico de la comarca, cometerá la torpeza de sacar a bailar a Edith, la hija de su anfitrión sin saber que está inválida. Ante la reacción de ella y al darse cuenta de su error, avergonzado, saldrá huyendo. Al día siguiente, intentará reparar su falta y disculparse. A partir de ahí comenzará a frecuentar la casa y a la joven de tan solo 18 años, convirtiéndose sus visitas en una dependencia que no consigue controlar y con unas consecuencias nefastas. Con su inconfundible estilo, Zweig nos hace participes de los sentimientos del protagonista, su incapacidad para tomar decisiones, su actitud contradictoria en algunos momentos, la presión de la sociedad y de su entorno, la idea del honor y del comportamiento que debe tener un oficial del ejército, y el sentimiento que aparece una y otra vez de forma obsesiva: la compasión.
En La impaciencia del corazón el autor realiza una profunda reflexión en toda la novela. Desmenuza y ahonda en los sentimientos de los personajes, en especial en los del teniente, su compasión, la obsesión que resulta para el teniente esa compasión y sus terribles consecuencias.
Meses antes del comienzo de la I Guerra Mundial, el escuadrón del teniente Anton Hofmiller, de 25 años, es trasladado a una pequeña guarnición de la frontera húngara, cercana a Viena. Una vez allí, cuando es invitado a cenar a casa de von Kekessfalva, el hombre más rico de la comarca, cometerá la torpeza de sacar a bailar a Edith, la hija de su anfitrión sin saber que está inválida. Ante la reacción de ella y al darse cuenta de su error, avergonzado, saldrá huyendo. Al día siguiente, intentará reparar su falta y disculparse. A partir de ahí comenzará a frecuentar la casa y a la joven de tan solo 18 años, convirtiéndose sus visitas en una dependencia que no consigue controlar y con unas consecuencias nefastas. Con su inconfundible estilo, Zweig nos hace participes de los sentimientos del protagonista, su incapacidad para tomar decisiones, su actitud contradictoria en algunos momentos, la presión de la sociedad y de su entorno, la idea del honor y del comportamiento que debe tener un oficial del ejército, y el sentimiento que aparece una y otra vez de forma obsesiva: la compasión.
En La impaciencia del corazón el autor realiza una profunda reflexión en toda la novela. Desmenuza y ahonda en los sentimientos de los personajes, en especial en los del teniente, su compasión, la obsesión que resulta para el teniente esa compasión y sus terribles consecuencias.
Frases
Pero así como las flores de invernadero crecen más exuberantes y tropicales, también en la oscuridad surgen con más ímpetu las obsesiones. (Página. 37)
Pero así como las flores de invernadero crecen más exuberantes y tropicales, también en la oscuridad surgen con más ímpetu las obsesiones. (Página. 37)
Hasta entonces había vivido despreocupadamente dentro de mi estrecho círculo habitual. Sólo me había preocupado de lo que parecía importante o divertido a mis camaradas y a mis superiores, nunca había tenido interés personal en nada ni nadie de mí. (Página 59)
Este simple propósito de ayudar, de ser útil a otros en lo sucesivo, me infunde ya una especie de entusiasmo...
Sólo cuando uno sabe que es algo también para otros, descubre el sentido y la misión de su propia existencia. (Página. 68)
Sólo cuando uno sabe que es algo también para otros, descubre el sentido y la misión de su propia existencia. (Página. 68)
...en la misteriosa química de los sentimientos la compasión por un enfermo se alía forzosa e imperceptiblemente con la ternura. (Página 72)
Sí, ya lo sé, sé que usted se mostró débil por compasión, por los mejores y más nobles motivos. Pero, y creo que ya se lo advertí una vez, eso de la compasión es una maldita arma de doble filo. (Página 238)
Sí, mi querido teniente, hay que saber poner freno a la compasión, de lo contrario causa más daño que toda la indiferencia del mundo, y eso lo saben los médicos y los jueces y los alguaciles y los prestamistas. (Página 238)
Pero hay dos clases de compasión. Una, la débil y sentimental, que en realidad sólo es impaciencia del corazón por liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena, es una compasión que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la desprovista de lo sentimental, pero creativa, que sabe lo que quiere y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá. Sólo cuando uno llega hasta al final, hasta el final más extremo y amargo, sólo cuando uno tiene la gran paciencia, puede ayudar a los hombres. ¡Sólo cuando se sacrifica a sí mismo, sólo entonces! (Página 239)
Uno de los dos tenía que acabar siendo infeliz por este amor absurdo, y quizá los dos. (Página 288)
...se puede huir de todo, menos de uno mismo...(Página 357)
Ha ocurrido y es irrevocable. La he engañado y ellos me han engañado. Me he comprometido. Me han comprometido. (Página 411)
...sé que ninguna culpa queda olvidada mientras la conciencia tenga conocimiento de ella. (Página 464)
Sí, ya lo sé, sé que usted se mostró débil por compasión, por los mejores y más nobles motivos. Pero, y creo que ya se lo advertí una vez, eso de la compasión es una maldita arma de doble filo. (Página 238)
Sí, mi querido teniente, hay que saber poner freno a la compasión, de lo contrario causa más daño que toda la indiferencia del mundo, y eso lo saben los médicos y los jueces y los alguaciles y los prestamistas. (Página 238)
Pero hay dos clases de compasión. Una, la débil y sentimental, que en realidad sólo es impaciencia del corazón por liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena, es una compasión que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra, la única que cuenta, es la desprovista de lo sentimental, pero creativa, que sabe lo que quiere y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá. Sólo cuando uno llega hasta al final, hasta el final más extremo y amargo, sólo cuando uno tiene la gran paciencia, puede ayudar a los hombres. ¡Sólo cuando se sacrifica a sí mismo, sólo entonces! (Página 239)
Uno de los dos tenía que acabar siendo infeliz por este amor absurdo, y quizá los dos. (Página 288)
...se puede huir de todo, menos de uno mismo...(Página 357)
Ha ocurrido y es irrevocable. La he engañado y ellos me han engañado. Me he comprometido. Me han comprometido. (Página 411)
...sé que ninguna culpa queda olvidada mientras la conciencia tenga conocimiento de ella. (Página 464)
En La impaciencia del corazón nos encontraremos una vez más con un Stefan Zweig maestro en describir los sentimientos, en este caso el de la compasión y sus consecuencias.
Lourdes