martes, 31 de octubre de 2017

DON JUAN TENORIO DE JOSÉ ZORRILLA


Don Juan Tenorio

Autor: José Zorrilla

Nº de Páginas 202 Págs.

Editorial: Pigmalión

Edición: 2015

Género: Teatro

José Zorrilla y Moral (Valladolid21 de febrero de 1817-Madrid23 de enero de 1893) fue un poeta y dramaturgo español.
Fue enviado a estudiar derecho a la Real Universidad de Toledo pero su atracción por el dibujo, las mujeres y la literatura de autores como Walter ScottJames Fenimore CooperChateaubriandAlejandro DumasVictor Hugo, el Duque de Rivas o Espronceda arruinaron su futuro como leguleyo.
Cultivó todos los géneros poéticos: la lírica, la épica y la dramática.
Escribió entre otros poemas dramáticos: El zapatero y el Rey (1839 y 1842), Sancho García (1842), El puñal del godo (1845), Don Juan Tenorio (1844), Traidor, inconfeso y mártil (1849). También destaca la leyenda A buen juez, mejor testigo.
Don Juan Tenorio: drama religioso-fantástico en dos partes es un drama romántico publicado en 1844 por José Zorrilla.​ Constituye, junto con El burlador de Sevilla y convidado de piedra (1630), atribuida a Tirso de Molina y de la que Don Juan Tenorio es deudora, una de las dos principales materializaciones literarias en lengua española del mito de Don Juan.
Don Juan Tenorio es el personaje más célebre del teatro español. La historia de este burlador de mujeres comienza en los días de Carnaval y acaba en el Día de Difuntos. Don Juan es un seductor que se mofa de todos los valores sociales establecidos. Pero su vida cambiará al conocer a doña Inés. Gracias a su amor el alma de don Juan se salvará de las llamas del Infierno. En esta adaptación destaca la fidelidad al sentido de la obra original de José Zorrilla y sus principales rasgos literarios.
Durante décadas fue tradición en los teatros madrileños que, llegadas las fechas del Día de Todos los Santos, se interrumpiesen las funciones habituales y se interpretara el Tenorio de forma simultánea en tres o cuatro salas distintas.

FRASES DE DON JUAN TENORIO

Don Luís: ¡Por Dios que sois hombre extraño!
¿ Cuántos días empleáis
en cada mujer que amáis?
Don Juan: Partid los días del año
entre las que encontráis.
Uno para enamorarlas,
otro para conseguirlas,
otro para abandonarlas,
dos para sustituirlas
y una hora para olvidarlas.


Por donde quiera que fui,
la razón atropellé
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
 y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria triste de mí.


Clamé al cielo, y no me oyó.
Mas, si sus puertas me cierra,
de mis pasos en la Tierra
responda el cielo, no yo.


Acuérdate de quien llora
al pie de tu celosía
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive
sólo por ti, ¡vida mía!,
y que a tus pies volaría
si me llamaras a ti.


¡Aparta, piedra fingida!
Suelta, suéltame esa mano,
que aún queda el último gran
en el reloj de mi vida.
Suéltala, que si es verdad
que un punto de contrición
de toda una eternidad
yo, santo Dios, creo en ti;
si es mi maldad inaudita,
tu piedad es infinita...
¡Señor, ten piedad de mí!




DECLARACIÓN DE AMOR


Don Juan: ¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,



que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Esta aura que vaga, llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena:
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿ no es cierto, paloma mía,
que estás respirando amor?

...

Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse, a no verlas,
de sí mismas al calor;
y ese encendido color
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?
¡Oh! Sí, bellísima Inés
espejo y luz de mis ojos;
escucharme sin enojos,
como lo haces, amor es:
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.


Doña Inés: Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,
que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
se arde mi corazón.
¡Ah! Me habéis dado a beber
un filtro infernal, sin duda,
que a rendiros os ayuda
la virtud de la mujer.
Tal vez poseéis, don Juan,
un misterioso amuleto
que a vos me atrae en secreto
como irresistible imán.
Tal vez Satán puso en vos:
su vista fascinadora,
su palabra seductora,
y el amor que negó a Dios.
¡Y qué he de hacer ¡ay de mí!
sino caer en vuestros brazos,
si el corazón en pedazos
me vais robando de aquí?
No, don Juan, en poder mío
resistirte no está ya:
yo voy a ti como va
sorbido al mar ese río.
Tu presencia me enajena,
tus palabras me alucinan,
y tus ojos me fascinan,
y tu aliento me envenena.
¡Don Juan! ¡Don Juan!, yo lo imploro
de tu hidalga compasión:
o arráncame el corazón,
o ámame porque te adoro.


Don Juan: ¿Alma mí? Esa palabra
cambia de modo mi ser,
que alcanzo que puede hacer
hasta que el Edén se me abra.
No es, doña Inés, Satanás
quien pone este amor en mí;
es Dios, que quiere por ti
ganarme para Él quizás.
No, el amor que hoy se atesora
en mi corazón mortal
no es un amor terrenal
como el que sentí hasta ahora;
no es esa chispa fugaz
que cualquier ráfaga apaga;
es incendio que se traga
cuanto ve, inmenso, voraz.
Desecha, pues, tu inquietud,
bellísima doña Inés,
porque me siento a tus pies
capaz aún de la virtud.
Sí, iré mi orgullo a postrar
ante el buen Comendador,
y o habrá de darme tu amor,
o me tendrá que matar.


Don Juan Tenorio, José Zorrilla

Lourdes

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